Expedición 1943

Expediciones

1943

Al margen de una exuberante mancha de bosque resguardado del viento, establecimos nuestro campamento base. El lugar es encantador: se diría un oasis de paz y de hermosura escondido al pie del gran gigante andino. El barómetro señala una altura de 996 m.

Hacia el norte se levanta un grupo de arriscadas pirámides, agujas negras y lustrosas, constituidas, al parecer, de exquistos filáticos.

En efecto, divisamos hacia el suroeste la depresión del valle y el picacho Ortúzar, que desde aquí ofrece un aspecto distinto, debido a la mayor cantidad de nieve que lo cubre.

Para mejor orientarnos nos hemos acercado al borde oriental de la cresta del macizo que cae a pique por más de 2.000 m sobre el valle del río Lácteo, paraje que yo conozco, dejándonos guiar por las enormes cornisas de hielo sobresalientes y por algunos paredones cortados verticalmente sobre el abismo, que de cuando en cuando se entrevén semivelados por la neblina.

Mientras impacientes buscábamos en aquella desoladora incertidumbre algún indicio orientador, una racha imprevista de viento desgarra el velo de las nubes y aparece ante nosotros hacia el sur, en toda su grandeza y majestad, la cúspide excelsa del San Lorenzo, iluminada por los rayos de un vivísimo Sol.

Desde la cumbre, totalmente revestida de nieve y de hielo y que mide 8 me- tros de ancho por unos 15 de largo, el panorama que se nos presenta está oculto en gran parte hacia occidente, por grandes nubarrones, entre los cuales aparecen blancas crestas y profundas hondonadas de nieve.

Ya hemos atravesado la frontera argentino-chilena. El río Tranquilo*, que tiene su naciente en la cabecera del valle hacia el cual nos encaminamos, pertenece a la vertiente chilena.

*Se refiere al Arroyo San Lorenzo, afluente del río Tranquilo

El día es de incomparable hermosura y nuestros ojos se sienten poderosamente atraídos por el San Lorenzo, que resplandece vivamente bajo los rayos del Sol y domina como un blanco telón el fondo del valle.